Desmontando mitos 
Una de las principales medidas para proteger nuestro cuerpo contra la exposición al sol y los efectos negativos de la radiación UV es el uso de protectores solares.

Mitos en torno al uso de protectores solares
Como el clima es cada vez más cálido, va a ser necesario protegernos mejor de la exposición a los rayos UV para prevenir el riesgo de cáncer de piel.
Una herramienta crucial para evitar que el sol se convierta en nuestro peor enemigo es el protector solar. Sin embargo, la literatura ha demostrado que todavía existen varios mitos que pueden llevar a un mal uso (o a no usar en absoluto) los productos de protección solar.
Tales mitos incluyen, entre otros:
- Creer que el factor de protección solar (20, 30, 50, …) es una medida del tiempo que podemos permanecer al sol.
- Creer que la protección solar impide obtener suficiente vitamina D del sol.
- Creer que las partículas de los protectores solares pueden encontrarse en las células cerebrales años después de su aplicación.
- Creer que los protectores solares químicos absorben los rayos UV, mientras que los físicos o minerales los reflejan.
- Creer que las personas con un tono de piel más oscuro no necesitan utilizar protección solar, ya que el melanoma solo se desarrolla en personas con tonos de piel más claros.
Además, en algunos países, estos mitos pueden sumarse a ciertas creencias sociales, por ejemplo, que el bronceado es sinónimo de belleza.
¿Cómo superar los mitos existentes?
Para empezar, es importante aclarar que el sol produce dos tipos de radiación ultravioleta, los rayos UVA y los rayos UVB, y lo mejor que podemos hacer es utilizar un protector solar que nos proteja de ambos tipos de radiación, idealmente con un FPS (Factor de Protección Solar) de 30 como mínimo.
El FPS indica la medida del bloqueo de los rayos UV. Se calcula como la relación entre la cantidad de radiación necesaria para quemar la piel con protección solar y la cantidad necesaria para quemar la piel sin protección. Esto significa que un FPS 50 protege la piel 50 veces más de la radiación UV necesaria para quemarla sin protección, un FPS 30 la protege 30 veces más, y así sucesivamente.
Cuando el índice UV (que mide la intensidad de la radiación ultravioleta del sol) es igual o superior a 3, se aconseja aplicar 2 miligramos de protector solar por centímetro cuadrado de piel, lo que equivale a media cucharadita para la cara y el cuello juntos y una cucharada para la frente, la espalda, los brazos y las piernas. Además, debe aplicarse unos 15 minutos antes de exponerse al sol para que se seque y se adhiera a la piel. Después, debe reaplicarse cada dos horas o cada hora si se nada o se suda mucho. En resumen, se recomienda utilizar una cantidad importante de crema solar y aplicarla muy a menudo.
Además, no olvidemos que la protección solar debe utilizarse independientemente del tono de piel. De hecho, aunque el cáncer de piel es mucho más frecuente entre la población blanca, la tasa de mortalidad suele ser mayor en las personas con un tono de piel oscuro porque se diagnostica mucho más tarde.
Los protectores solares, ya sean químicos o minerales, nunca bloquean por completo la exposición al sol, lo que significa que algunos rayos UV pasarán de todos modos, permitiendo a las personas obtener vitamina D.
Por último, es importante destacar que el uso de protector solar no debe aplicarse para prolongar el tiempo que estamos expuestos al sol.
Más allá de la crema solar, ¿Qué podemos hacer para protegernos del sol?
La crema solar nos ayuda a evitar quemaduras crónicas que pueden derivar en el desarrollo de cáncer de piel, pero no debe ser el único método de protección frente a la radiación solar, sino algo que complemente otras dos prácticas importantes: buscar la sombra y evitar la exposición al sol en las horas punta. Además, siempre se puede buscar ayudas complementarias como utilizar un sombrero o camisas de manga larga, u otro tipo de tejidos que cubran una mayor parte de la piel expuesta al sol.
Fuentes: